El
sol no se asomó en ningún momento. Las nubes grises y azuladas cubrieron todo
el cielo capitalino, augurando una lluvia que complicaría la situación vial de
la caótica Ciudad de México. Sin embargo el cuadro central de esta metrópoli en
ascenso se encontraba inmune a las amenazas climáticas que se cernían sobre él.
En
el Eje Central Lázaro Cárdenas, cuna de la piratería electrónica y los talleres
informáticos, la gente abarrota las aceras caminando en caminos distintos, a
destinos diferentes. Los sujetos se empujan unos a otros tratando de moverse
entre puestos legales, puestos
ambulantes, personas convertidas en puestos, lentes, pashminas, películas, libros, perfumes y uno que otro calcetín.
El
ambiente se impregna de singulares
olores que se mezclan para lograr un armonioso aroma peculiar. No se sabe si es
el olor a tacos de pastor y cabeza, el sudor humano o los potentes químicos que
se utilizan alrededor los que le brindan el carácter impregnante al aroma
ambiental. Claro, también puede tratarse del olor a smog que los carros
producen al pasar o los orines que de vez en cuando uno encuentra en el camino.
Es
ahí, entre los gritos de los comerciantes, entre los gritos de la gente, entre
los murmullos apresurados, entre las canciones de seis puestos distintos, entre
los apasionados discursos de Collin Firth en la enorme pantalla que promociona
películas piratas, donde cuatro princesas se encuentran caminando apresuradamente
y bromeando sin parar.
Las
chicas, vestidas con ropa de colores neutros y zapatos cómodos vienen ligeras de equipaje e intentan por
todos los medios no llamar la atención de la gente. Ya sea por timidez, ya sea
por seguridad, caminan pegadas una a la otra en el afán de mostrar un frente
unido e indivisible.
En
apariencia son completamente distintas, unas altas unas bajitas, unas con
rasgos muy definidos y otras con peculiaridades que las diferencian de las
otras. Todas son diferentes, pero hay algo que las une y las hace encontrarse
en estos rumbos donde el pasado, el presente y el futuro se entrelazan. La
curiosidad.
Mujeres
modernas se hacían llamar. Sin pelos en la lengua y con una afilada mentalidad
proclive al doble sentido. Con fantasías y apetitos que para la sociedad serían
prohibidos, pero que a su mirar eran perfectamente legítimas y excitantes.
Mujeres liberales se hacían llamar, que hablaban, opinaban y criticaban del
rubro que se les antojara con sueños y metas, con virtudes y defectos, con el
mundo en sus manos para ser devorado.
La
meta, atravesar la congestionada avenida para entrar al edificio aledaño a la
plaza de la tecnología. Subir 20 escalones hasta arribar al segundo piso donde
su destino las encontraría. La tienda más prohibida para su corta vida, la seña
de toda desfachatez y libertad a sus ojos. La sex shop.
El
edificio, que en sus años de gloria era el recinto de personas de élite, se
encontraba ya descuidado y bastante solitario. El tiempo no perdonó a esta
estructura cubierta de tapices y con acabados dorados y pisos de mármol al puro
estilo europeo, por lo que ahora sus barandales se encontraban oxidados y a
punto de caerse.
Las
puertas, que en décadas anteriores supusieron un grito de modernidad y estilo
contemporáneo, ahora se encuentran sin barniz, sin chapas. Algunos
departamentos (o lo que en algún momento fueron departamentos) se encontraban
sin puertas y sin ninguna señal de vida. Pero ellas no atendieron a estos
detalles, pues sus mentes estaban bastante ocupadas con la acción que estaban
por realizar.
Sus
corazones latían rápidamente, como las alas de un colibrí, y repiqueteaba con
la cadencia de un tambor de la banda duranguense que sonaba de fondo en la
planta baja. Sus posturas, que aparentaban comodidad e indiferencia, se notaban
más bien fingidas y las caras que subían de tonalidad rojiza con cada paso que
daban las delataban por completo.
Llegan
a la puerta principal y después de una cómica batalla por quien osaba entrar
primero al recinto de las fantasías, por fin acceden. Lo que encuentran ahí,
dista mucho de lo que imaginaban y a la vez las turba más de lo que esperaban. Lejos
de tener colores rojos o negros, las
paredes eran blancas y neutras, los estantes, armoniosamente acomodados,
asemejaban a las secciones de los supermercados comunes. En lugar de separar
por abarrotes y salud y belleza, seccionaban por vibradores y películas XXX entre las que destacaban las clásicas: Enfermeras en acción pt.50 y Colegialas Catigadas episodio 23.
Las
miradas de ellas vagaban de un lugar a otro, así como la mirada de los otros
clientes-hombres en su totalidad- vagaban hacia ellas. Entre más vibradores,
mas disfraces y más lubricantes veían, más fuera de lugar se sentían. Solo
necesitaban un detonante para salir huyendo, una frase, una imagen que les confirmara
que estaban fuera de lugar.
Fueron
las abastecidas columnas de vibradores lo que determinaron la huida de las no
tan valientes chicas. De colores, tamaños y precios diferentes: Rosas negros, dobles dildos, arneses para momentos de pasion lésbicos -¿existen cosas reales de ese tamaño?,¿el XXL no basta?- las cajas se
encontraban frente a sus ojos y ellas no podían creer que lo que por tantos
meses imaginaron fuera así.
La imaginación a veces traiciona, y los prejuicios aún más.Lo que vieron en los vibradores no fueron las formas ni las funciones, sino todo lo que sus padres, sus abuelos les recitaron sobre la sexualidad, sobre el amor y sobre la vida. Estar ahí era malo, por lo que salieron a toda prisa y los detalles se difuminaron en sus mentes.
La imaginación a veces traiciona, y los prejuicios aún más.Lo que vieron en los vibradores no fueron las formas ni las funciones, sino todo lo que sus padres, sus abuelos les recitaron sobre la sexualidad, sobre el amor y sobre la vida. Estar ahí era malo, por lo que salieron a toda prisa y los detalles se difuminaron en sus mentes.
Mujeres
derrotadas se decían. Fracasaron y tiraron por tierra todas sus metas y
fantasías. Pensaron que serían lo suficientemente maduras y podrían dejar de
lado los prejuicios que desde pequeñas les inculcaron como “correcto”. Al
final, fueron unas chicas más dentro de las listas de las mal llamadas mojigatas, que simplemente son mujeres
en camino de su liberación. De la liberación de los estigmas que, al son del
reggeaton, caminan a paso lento hacia el metro para regresar a su vida de
sueños e ilusiones.
Pronto volverán, o eso creen ellas, mejor preparadas y con más valentía. Por ahora, hay que descansar del ajetreado día.
Portense mal y disfrutenlo mucho.
XOXO Queen of Hearts
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