¿No les ha pasado que con la rutina del día a día se sienten aburridos de la realidad? ¿No han tenido ganas de un día, sólo un día, levantarse y romper con todo? ¿No? ¿Sí? Justo esto fue lo que hizo Gustav Mahler, compositor y director de orquesta. Cuando el color de la vida se torna gris y sin sentido las personas hacen uso de la creatividad para crear cosas sorprendentes y Mahler no era la excepción.
La
segunda mitad del siglo XIX, fue el momento histórico cuando las diferentes
regiones europeas comenzaron a consolidarse como países; a delimitar sus
fronteras, sus banderas y su identidad nacional a través del idioma y las
distintas expresiones culturales, surgiendo así los llamados “Estados Naciones”.
El auge nacionalista se expandió a través de toda Europa e impulsó a que los
artistas de diversas áreas a que iniciasen una búsqueda estética que les permitiera identificarse como parte de un conglomerado social. Este fue el mundo que recibió a Gustav Mahler; un mundo “moderno”, industrial y expansionista que comenzó a
valorar cada vez más lo material, dejando a un lado lo poético, lo mágico y
espiritual del siglo XIX. (Rubio, 2014)