lunes, 11 de mayo de 2015

La historia detrás de la saga El Infierno de Gabriel


¿Quién no se ha enamorado de su profesor/a en algún momento de su vida escolar?

Esa es la pregunta que nos lleva a descubrir la historia que hay detrás de una saga tan maravillosa como El Infierno de Gabriel, donde las relaciones de poder le ponen un sello muy seductor al asunto y nos deja ver que este tipo de situaciones van más allá del tiempo. Descubrimos el amor entre Abelardo y Eloísa, la historia detrás de la saga.


Saga: El Infierno de Gabriel

2013

El enigmático y sexy profesor Gabriel Emerson es un respetado especialista en Dante durante el día, pero por las noches se entrega a una vida de placer sin inhibiciones. Utiliza su célebre físico y su sofisticado encanto para satisfacer todos sus caprichos, pero en secreto se siente torturado por su oscuro pasado y consumido por la profunda creencia que no tiene redención posible. Cuando la dulce e inocente Julia Mitchell se matricula en su clase, su atracción y misteriosa conexión con ella no solo pone en peligro su carrera, sino que le embarca en un viaje en el que su pasado y su presente se encuentran.


La trágica historia de amor entre maestro y alumna

Pedro Abelardo fue un filósofo y teólogo francés que nació a finales del siglo XI. Actualmente es reconocido como uno de los grandes genios de la historia de la lógica y por su talento para la dialéctica, la enseñanza y la poesía. Sin embargo, Abelardo, apuesto y carismático, es además recordado por la relación amorosa mantenida con Eloísa, encantadora joven a la que instruía, que destacaba tanto por su aguda mente y su sed de conocimiento, como por su enorme belleza.


Había una vez…

Fulberto era un canónigo de la catedral de París que reconocía la capacidad académica de Abelardo por lo que le encargó la educación de su sobrina, recibiéndolo en su propia casa tanto para educarla como para cuidarla. Abelardo gozaba por aquel entonces de una gran fama como maestro brillante y persona digna de confianza. En estas condiciones fue fácil para el apuesto Abelardo seducir a la bella Eloísa, una joven adolescente que combinaba su belleza con una fuerte personalidad y agudeza intelectual. La perdición de Abelardo.

Formaban una pareja perfecta, a pesar de la gran diferencia de edad. Ambos compartían una energía intelectual y gusto por el aprendizaje de las artes que era impresionante, sin embargo, el deseo era tan intenso entre ellos que el aprendizaje pasó a ser algo secundario.

Las intenciones originales de Abelardo pronto se vieron abrumadas por sus sentimientos por Eloísa y se vio afectado en su vida normal: empezó a sentirse agobiado en sus estudios, su energía para el aprendizaje se vio mermada, sus clases empezaron a perder inspiración y sus poemas se centraban ahora en el amor.

Pronto los estudiantes empezaron a darse cuenta y dedujeron que el amor se había apoderado de él, y los rumores de un posible romance entre Abelardo y Eloísa empezaron a correr por París. El único que parecía no enterarse de nada fue Fulberto, cuya ignorancia era fomentada por su confianza en su amada y admirada sobrina.

…Pero finalmente Fulberto se enteró. 

¡Sálvese quien pueda!

En 1119, cuatro años después de que comenzara la historia de amor entre maestro y discípula, Abelardo y Eloísa tuvieron que separarse. Poco después Eloísa descubrió que estaba embarazada y le hizo llegar la noticia a su amante. Aprovechando una oportunidad en la que Fulberto estaba lejos de casa, la pareja huyó y se refugió con la familia de Abelardo, con la que permanecieron hasta que nació el bebé, al que llamaron Astrolabio.

Abelardo regresó a París, pero el miedo y la incomodidad le impidieron solucionar el problema con Fulberto. La solución no era tan simple. En otros casos se hubiera solucionado con el matrimonio, pero en aquella época no era una solución para los hombres de ciencia, puesto que se consideraba que una mujer y una familia suponían un impedimento para la carrera académica. No en vano, las universidades eran sistemas surgidas de las escuelas catedralicias, y la de París era famosa por sus enseñanzas teológicas. Las perspectivas más brillantes que esperaban a Abelardo residían en la Iglesia, por lo que el matrimonio supondría perder una gran oportunidad.

Para que él no perdiera su reputación y sus oportunidades académicas decidieron celebrar una boda secreta. Eloísa estaba en lo cierto al pensar que su tío no se sentiría satisfecho con un matrimonio secreto. A pesar de que había prometido su discreción, Fulberto vio su orgullo dañado y no guardó silencio, dando a conocer la unión en matrimonio de la pareja. Abelardo envió a su esposa al convento de Argenteuil, donde él había sido educado de niño, para mantenerla segura. Como esto no sería suficiente para evitar que la ira de Fulberto, Abelardo fue un paso más allá, pidiendo que ella usara la vestimenta de las monjas, a excepción del velo que indicaba la emisión de los votos.

¡Éste me las paga!

Fulberto se enfureció y decidió vengarse. Para ello sobornó a dos funcionarios para que permitieran dejar entrar durante la noche a unos atacantes a la habitación en la que Abelardo dormía, y que de este modo pudieran castrarlo. Dos de los atacantes de Abelardo fueron detenidos y obligados a sufrir un destino similar, pero ni esto ni nada podría devolver al erudito lo que había perdido. El brillante filósofo, poeta y profesor que había sido ahora tenía la fama de ser un tipo completamente diferente.
A pesar de que nunca había pensado en convertirse en un monje, Abelardo empezó a pensar en ello. Una vida de reclusión, dedicada a Dios, era la única alternativa que su orgullo le permitiría. Finalmente, ingresó en la orden de los dominicos y entró en la abadía de Saint-Denis.

Pero antes hacer esto, Abelardo convenció a su esposa para que tomara el velo y se convirtiera en monja. Sus amigos les rogaron que consideraran poner fin a su matrimonio ya que al fin y al cabo ya no podía ser un matrimonio en el sentido físico, y una anulación habría sido relativamente fácil de obtener. Ella todavía era muy joven, todavía hermosa, y tan brillante como siempre y tendría oportunidades que no podría encontrar en la vida del convento.

Pero Eloísa aceptó la propuesta de Abelardo y se hizo monja, no por amor a Dios, sino por amor hacia él. Aunque sus cuerpos ya no pudieron estar unidos, sus almas siguieron compartiendo un viaje intelectual, emocional y espiritual. Abelardo murió primero. A su muerte Eloísa fue enterrada junto a él y todavía hoy yacen juntos, en lo que sólo podría ser el final de una historia de amor medieval.

Estoy segura de que te lo pensarás dos veces antes de intentar seducir a ese guapo profesor o esa profesora que te deja sin sueño ya que, como leíste, no todas las historias tienen final feliz por muy excitantes que sean.

¿Cuál es tu historia de amor con esa autoridad? Cuéntanos.
Con amor, Auri.



Fuentes:

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