¿Quién no se ha enamorado de su profesor/a en algún momento de su vida escolar?
Esa es la pregunta que nos lleva a descubrir la historia que hay detrás de una saga tan maravillosa como El Infierno de Gabriel, donde las relaciones de poder le ponen un sello muy seductor al asunto y nos deja ver que este tipo de situaciones van más allá del tiempo. Descubrimos el amor entre Abelardo y Eloísa, la historia detrás de la saga.
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Saga: El Infierno de Gabriel
2013
El enigmático y sexy profesor Gabriel Emerson es un
respetado especialista en Dante durante el día, pero por las noches se
entrega a una vida de placer sin inhibiciones. Utiliza su célebre físico y su
sofisticado encanto para satisfacer todos sus caprichos, pero en secreto se
siente torturado por su oscuro pasado y consumido por la profunda creencia
que no tiene redención posible. Cuando la dulce e inocente Julia Mitchell se
matricula en su clase, su atracción y misteriosa conexión con ella no solo
pone en peligro su carrera, sino que le embarca en un viaje en el que su
pasado y su presente se encuentran.
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La trágica historia de
amor entre maestro y alumna
Pedro Abelardo fue
un filósofo y teólogo francés que nació a finales del siglo XI. Actualmente es reconocido
como uno de los grandes genios de la historia de la lógica y por su talento
para la dialéctica, la enseñanza y la poesía. Sin embargo, Abelardo, apuesto
y carismático, es además recordado por la relación amorosa mantenida con
Eloísa, encantadora joven a la que instruía, que destacaba tanto por su
aguda mente y su sed de conocimiento, como por su enorme belleza.
Había una vez…
Fulberto era un canónigo
de la catedral de París que reconocía la capacidad académica de Abelardo por lo
que le encargó la educación de su sobrina, recibiéndolo en su propia casa
tanto para educarla como para cuidarla. Abelardo gozaba por aquel entonces de
una gran fama como maestro brillante y persona digna de confianza. En
estas condiciones fue fácil para el apuesto Abelardo seducir a la bella Eloísa,
una joven adolescente que combinaba su belleza con una fuerte personalidad y
agudeza intelectual. La perdición de Abelardo.
Formaban una pareja
perfecta, a pesar de la gran diferencia de edad. Ambos compartían una energía
intelectual y gusto por el aprendizaje de las artes que era impresionante, sin
embargo, el deseo era tan intenso entre ellos que el aprendizaje pasó a ser
algo secundario.
Las intenciones
originales de Abelardo pronto se vieron abrumadas por sus sentimientos
por Eloísa y se vio afectado en su vida normal: empezó a sentirse agobiado
en sus estudios, su energía para el aprendizaje se vio mermada, sus clases
empezaron a perder inspiración y sus poemas se centraban ahora en el amor.
Pronto los estudiantes
empezaron a darse cuenta y dedujeron que el amor se había apoderado de él, y
los rumores de un posible romance entre Abelardo y Eloísa empezaron a
correr por París. El único que parecía no enterarse de nada fue Fulberto,
cuya ignorancia era fomentada por su confianza en su amada y admirada sobrina.
…Pero finalmente
Fulberto se enteró.
¡Sálvese quien pueda!
En 1119, cuatro
años después de que comenzara la historia de amor entre maestro y discípula, Abelardo
y Eloísa tuvieron que separarse. Poco después Eloísa descubrió que estaba embarazada y
le hizo llegar la noticia a su amante. Aprovechando una oportunidad en la que
Fulberto estaba lejos de casa, la pareja huyó y se refugió con
la familia de Abelardo, con la que permanecieron hasta que nació el bebé, al
que llamaron Astrolabio.
Abelardo regresó a
París, pero el miedo y la incomodidad le impidieron solucionar el problema con
Fulberto. La solución no era tan simple. En otros casos se hubiera solucionado
con el matrimonio, pero en aquella época no era una solución para los
hombres de ciencia, puesto que se consideraba que una mujer y una familia
suponían un impedimento para la carrera académica. No en vano, las
universidades eran sistemas surgidas de las escuelas catedralicias, y la de
París era famosa por sus enseñanzas teológicas. Las perspectivas más brillantes
que esperaban a Abelardo residían en la Iglesia, por lo que el matrimonio
supondría perder una gran oportunidad.
Para que él no perdiera
su reputación y sus oportunidades académicas decidieron celebrar una boda
secreta. Eloísa estaba en lo cierto al pensar que su tío no se sentiría
satisfecho con un matrimonio secreto. A pesar de que había prometido su
discreción, Fulberto vio su orgullo dañado y no guardó silencio, dando a
conocer la unión en matrimonio de la pareja. Abelardo envió a su esposa al
convento de Argenteuil, donde él había sido educado de niño, para
mantenerla segura. Como esto no sería suficiente para evitar que la ira de
Fulberto, Abelardo fue un paso más allá, pidiendo que ella usara la vestimenta
de las monjas, a excepción del velo que indicaba la emisión de los votos.
¡Éste me las paga!
Fulberto se enfureció y
decidió vengarse. Para ello sobornó a dos funcionarios para que permitieran
dejar entrar durante la noche a unos atacantes a la habitación en la
que Abelardo dormía, y que de este modo pudieran castrarlo. Dos de los
atacantes de Abelardo fueron detenidos y obligados a sufrir un destino similar,
pero ni esto ni nada podría devolver al erudito lo que había perdido. El
brillante filósofo, poeta y profesor que había sido ahora tenía la fama de
ser un tipo completamente diferente.
A pesar de que nunca
había pensado en convertirse en un monje, Abelardo empezó a pensar en ello. Una
vida de reclusión, dedicada a Dios, era la única alternativa que su orgullo le
permitiría. Finalmente, ingresó en la orden de los dominicos y entró
en la abadía de Saint-Denis.
Pero antes hacer esto,
Abelardo convenció a su esposa para que tomara el velo y se convirtiera en
monja. Sus amigos les rogaron que consideraran poner fin a su matrimonio ya que
al fin y al cabo ya no podía ser un matrimonio en el sentido físico, y una
anulación habría sido relativamente fácil de obtener. Ella todavía era muy
joven, todavía hermosa, y tan brillante como siempre y tendría oportunidades
que no podría encontrar en la vida del convento.
Pero Eloísa aceptó
la propuesta de Abelardo y se hizo monja, no por amor a Dios, sino por
amor hacia él. Aunque sus cuerpos ya no pudieron estar unidos, sus almas
siguieron compartiendo un viaje intelectual, emocional y espiritual. Abelardo
murió primero. A su muerte Eloísa fue enterrada junto a él y todavía hoy yacen
juntos, en lo que sólo podría ser el final de una historia de amor medieval.
Estoy segura de que te
lo pensarás dos veces antes de intentar seducir a ese guapo profesor o esa
profesora que te deja sin sueño ya que, como leíste, no todas las historias
tienen final feliz por muy excitantes que sean.
¿Cuál es tu historia de
amor con esa autoridad? Cuéntanos.
Con amor, Auri.
Fuentes:
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